La jovencísima Valeria Castro es dueña de una voz sensible, frágil, propicia para el escalofrío. Nacida hace 22 años en La Palma, la tercera de las hermanas Castro pertenece a esa generación novísima familiarizada con la terminología del trap, los tanganas, el reguetón o el perreo, pero su voz, en abierto contraste, se alza sabia, enraizada y antigua, como si proviniera de una mujer mayor y con el alma lacerada por los pesares de la vida. “No soy tan, tan vulnerable como mis canciones, pero me aproximo mucho como persona a esa misma vulnerabilidad. De lo contrario no podría ser cantante: me sentiría actriz. Y yo necesito que mi identidad y mi vida coincidan con lo que luego reflejo a través de la música”.
A punto de licenciarse en Biotecnología, la palmera confiesa que su plan de vida queda mucho más cerca de los escenarios que de los laboratorios. Con cuatro años comenzó a estudiar en la Escuela Insular de Música de La Palma. Un día de 2017 vio como sus redes enloquecían: Alejandro Sanz había compartido en Twitter uno de sus vídeos de versiones que acostumbraba a colgar, acompañado del texto «Cuando se unen talento y dulzura suceden cosas como ésta». A partir de ahí se inicia un camino que desemboca en su primer EP, titulado chiquita: «Lo elegí porque así es como me siento, más que tímida soy una persona con miedos, a veces insegura, y con la música intento crecer, sentirme más grande, pero al ser el primer trabajo quería acercarlo a mis raíces», que le ha catapultado a ser a ojos de la crítica y la industria como una de las grandes promesas de la canción hispana. Letras sensibles cargadas de memoria y honestidad, y una estética cuidadísima en cada vídeo, acompañan a un sonido impregnado de la herencia musical que teje lazos con la música folclórica de las islas canarias. Este trabajo supone la antesala de lo que será su primer álbum que tendrá sus primeros adelantos durante el curso 2022, donde también estrenará su nuevo show en el Teatro Circo Price de Madrid, el día 6 de febrero.